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domingo, 3 de abril de 2016

Guerras simuladas: ¿defensa legítima, o belicismo infundado?

A lo largo del último año ha resurgido en el micronacionalismo hispano una tendencia que había desaparecido ya tiempo atrás, siendo criticada y superada por la mayor parte de las micronaciones: las guerras simuladas. ¿Cuáles son las causas de esta tendencia y cuáles sus posibles consecuencias?

Quizá el ejemplo más claro y contundente de una simulación bélica intermicronacional en tiempos recientes se dio a mediados de 2015, cuando un sector de micronacionalistas ultranacionalistas decidió enfrentarse a Plunok, perpetuando su costumbre de "invadir" micronaciones con base en diferencias religiosas o ideológicas. Este suceso no tenía antecedentes similares desde hacía varios años atrás, y adquirió una magnitud tal que preocupó a varios micronacionalistas, que llegaron a ver un retroceso del micronacionalismo hispano. Durante este año otros pequeños eventos similares se han dado, siendo el más reciente un conflicto diplomático entre Occitania y Arcadia. Además, en este conflicto participan otras micronaciones alineadas a cada uno de los bandos.

La cuestión de la simulación bélica se trató ya varias veces entre los micronacionalistas. En Vontán se adquirió en principio una postura de relativa tolerancia, basada en la idea de que estas guerras constituyen actividades necesariamente consensuadas entre ambas micronaciones. Las guerras simuladas no se desprenden de ataques o invasiones, sino de un ofrecimiento por parte de una micronación a otra, mediante una "declaración de guerra" de efecto nulo a nivel práctico. Sólo en el momento en que la otra micronación aprovecha tal oferta para sostener una simulación de guerra bilateral es posible que ésta se desarrolle. Ejemplos sobran de micronaciones que intentaron simular guerras pero al no tener respuesta sólo se quedaron en declaraciones, y se vieron obligadas a resolver sus conflictos por otros medios. En pocas palabras, una guerra simulada no tiene invasores ni invadidos, sino que involucra a dos o más micronaciones que deben ponerse de acuerdo para sostener tal conflicto. Cualquier persona que se involucre en una guerra simulada lo debe hacer por definición de forma totalmente voluntaria y sin presión exterior, y por lo tanto es irrelevante de quién haya sido la iniciativa.

Esto pone a las guerras simuladas en un nivel similar a cualquier otro tipo de acuerdo bilateral entre micronaciones soberanas, y elimina la posibilidad legal de una intervención de terceros, a menos que las mismas micronaciones beligerantes lo aprueben. No se puede intervenir en una guerra simulada porque se trataría de una intromisión en la soberanía de los beligerantes. La ley vontanesa considera a estas actividades como "actividades culturales conjuntas", y prohíbe a Vontán la participación o el apoyo a cualquier micronación involucrada en las mismas.

Dicho esto, hay que evaluar cuáles son las consecuencias reales de este tipo de prácticas en las micronaciones, ya que existe una cantidad limitada de actividad que una micronación puede producir para desarrollarse, y por lo tanto dedicar tiempo y esfuerzo a una guerra micronacional nos habla de un tipo de proyecto que pone a la beligerancia como una prioridad, junto con otras iniciativas como por ejemplo el avance cultural, político o económico de la micronación. Y lo que es más: en los hechos, las micronaciones que ejercen guerras simuladas suelen dejar atrás otros tipos de actividades mientras estas guerras duren (justificándose a veces en su carácter de "emergencia"), aunque no exista ninguna razón real para tal omisión.

Cuando menos, estas situaciones deben servir como una señal hacia otros micronacionalistas, ya que por todo lo dicho, no podría existir una guerra simulada que no sea llevada a cabo por micronaciones específicamente belicistas, que vean en el desarrollo de conflictos internacionales su forma ideal y primaria de crecimiento (o que, como mínimo, tomen al conflicto como una de varias formas de crecimiento). A la hora de relacionarse con una micronación beligerante, uno no debe creer que la guerra simulada es algo "necesario" por supuestas razones de fuerza mayor o provocaciones externas, ya que éstas resultan totalmente irrelevantes. Debe saberse que se trata de micronaciones, en mayor o menor grado, belicistas, y que conducirán su diplomacia y actividad en consecuencia.

Un argumento usado a veces por estas micronaciones para justificarse se apoya en el hecho de que otros líderes incurren en injurias hacia su micronación, y por lo tanto debe existir algún tipo de represalia, aunque fuera simbólica, para disuadir a los agresores de continuar con sus acciones. Esto puede o no estar acompañado de medidas legales, pero lo cierto es que las medidas legales por sí solas pueden ser insuficientes para lavar la imagen de una micronación si ésta fue víctima de rumores o calumnias, por lo que efectivamente puede ser necesario tomar otro tipo de medidas complementarias. Sin embargo, este argumento es contrario a la realidad del micronacionalismo (tanto hispano como anglosajón), en el que las micronaciones que incurrieron varias veces en guerras simuladas fueron sistemáticamente aisladas a través de los años por causar daños y conflictos en la comunidad intermicronacional. Si se tratara de lavar la propia imagen, la medida más efectiva sería justamente evitar a toda costa actitudes que rebajen a la propia micronación al nivel del atacante o más abajo, tales como las guerras, y en su lugar apelar a la sensatez de la comunidad intermicronacional para informar y denunciar los dichos perjudiciales de una micronación poco seria. Esto parecería indicar, una vez más, que la insistencia en participar en guerras, aún con todas las desventajas que esto supone para una micronación, no se desprende de otra cosa que de una convicción belicista motivada internamente, a veces combinada con un nacionalismo sostenido a través de la supuesta amenaza de enemigos externos.

El micronacionalismo es primero que nada una comunidad humana; y es una comunidad diversa, que posee en general un grado de tolerancia muy alto, que es ejemplar y digno de mantener. Y como tal, puede que esta comunidad no tenga problemas contra modelos políticos particulares, pero indefectiblemente se verá perturbada ante la presencia de personas que disfruten de alimentar conflictos causados por unos pocos. En esta línea, por ejemplo, la OMU sancionó hace poco un código de conducta que sanciona a las micronaciones por ejercer o alimentar este tipo de actitudes agresivas; porque más allá de diferencias políticas, culturales, o sociales, lo que debe primar en el micronacionalismo es el respeto y el entendimiento. Las guerras simuladas son representaciones de lo peor del macronacionalismo: la intolerancia, la violencia, las ansias de supremacía e imposición de unas personas por sobre otras. Aunque no haya violencia real, se reproduce una lógica que intenta justificar las causas de muchos problemas graves que sí padecemos en el mundo real. Superar las frustraciones para construir un micronacionalismo pacífico que permita el sano crecimiento de cada uno de nuestros proyectos es una meta a lograr a través de la institucionalidad, la civilidad y el entendimiento.

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