Hemos visto cómo en el último par de semanas el sistema económico neoaltariano entró en crisis, siendo esta posiblemente la crisis económica más fuerte que ha vivido el país desde sus inicios. Todo apuntaba a que iba a ser una cuestión que requeriría una solución forzada, pero que una vez superado el problema, todo seguiría su marcha normalmente, y se habrían incorporado ciertas enseñanzas sobre la manera de gestionar una economía. Es cierto que ya se predecían para el 2015 los problemas que se precipitaron en febrero, pero lo que los hechos develaron fue algo muy distinto de una mera falta de capacidad para producir.
En las reuniones del CAENA los encargados de forjar un nuevo sistema económico vieron cómo este modelo fallido estaba profundamente enraizado en los ideales neoaltarianos, al punto que es inevitable la necesidad de una reforma constitucional para poder llevar adelante un modelo que sea productivo. Y no se trata de una reforma menor, sino de la modificación de un capítulo entero. Los reunidos en asamblea harán lo posible para que esta reforma sea lo menos traumática posible, pero las circunstancias hacen difícil que una modificación menor propicie un cambio radical en la economía, en un momento en el que la gestión democrática de las empresas perdió su credibilidad como forma eficiente de administrar los recursos de un país de miles de habitantes.
Una reforma constitucional no es una cuestión para tomar a la ligera en ningún caso, pero en el contexto de la Nueva Altaria actual, hay más en juego que el texto de la propia ley: a lo largo de los primeros dos años de historia neoaltariana hubo cierta inestabilidad en el proyecto que, pese a no causar conflictos, sí retrasó el desarrollo posible de la micronación. Y esta inestabilidad no se debió a otra cosa que a la falta de un rumbo micronacional claro; fue recién en 2011 que luego de varios intentos de leyes y sistemas legislativos efímeros se creó el DGCNA, que cerró con una etapa de indecisión y permitió despreocuparse del debate permanente sobre la política, abriendo la posibilidad a experimentos como el de esta última simulación económica. Y no es menor que hoy este documento que signó la estabilidad mediante el endurecimiento de la ley (el documento constitutivo en sí mismo es muy difícil de modificar, cuestión que efectivamente previno dos o tres veces que las cosas perdieran su rumbo), este norte que tanto tiempo nos guió, esté en peligro de nuevo. Cuando se creía que el sistema institucional había encontrado su punto óptimo y la micronación podría madurar, aparece este nuevo problema que amenaza con sumir a la micronación en otro período de búsqueda, de pruebas y errores.
Esta situación sí tiene una salida conocida, y es la que se tomó en 2011: prescindir de la actividad simulatoria que sea contraria a la correcta aplicación de la ley, que recordemos, fue pensada para un grupo que jamás superaría las 100 personas en el más extremo de los casos. Pero ¿vale la pena esta renuncia? Lo cierto es que no sería motivo de júbilo cortar a la micronación la posibilidad de experimentar con la simulación social y económica, y menos en un momento en el que la adquisición de nuevas tecnologías empezó a plantear la posibilidad de modelos más complejos y realistas.
El problema de fondo, casi con seguridad, es la incapacidad de Nueva Altaria de reunir un modelo simulatorio, que siempre termina representando a sociedades de decenas de miles de habitantes cuando menos, con un proyecto libertario pensado para grupos pequeños. Otras micronaciones, por decirlo así, híbridas, no tienen este problema en cuanto tratan a sus poblaciones reales bajo modelos representativos pensados para grandes grupos humanos. En nuestra micronación esto es un problema que se debe a la incompatibilidad aparentemente intrínseca de los dos proyectos que se intenta llevar adelante. Resta decir que de ninguna manera se podría tratar a una población grande bajo el mismo conjunto de leyes que rige al puñado de personas que puede constituir la población real de la micronación. Es un problema que tiene sus raíces en la ideología que dio fundación a Nueva Altaria y que quizá la define más que nada; pero lo cierto es que repetidas veces se buscó ir más allá y meterse en la simulación, de forma que reprimir la expresión de este aspecto de la micronación y negar su existencia no puede ser una solución sensata.
¿Se ha intentado construir un modelo híbrido anteriormente? Sí, varias veces; pero las dificultades de emprender tal tarea han terminado por decantar al país hacia un lado o el otro. Por un momento creímos que todo había terminado y ya no sería necesario embarcarse en tales debates, pero hoy vemos que no. Cuatro años de tan buscada estabilidad se ven amenazados nuevamente por los eventos actuales. Y es que aun si hoy, por cansancio o por costumbre, se descartara la simulación para sostener el sistema de leyes actual, es mucho más fácil luego de esta crisis creer que la situación se repetirá, más tarde o más temprano. No se puede ignorar el problema de la falta de coherencia entre modelos, y en este preciso momento, en el que representantes reunidos intentan modificar un capítulo entero (por lo menos) de la ley máxima neoaltariana, tenemos la oportunidad perfecta para plantear y solucionar este problema. Casi se ha resuelto el nuevo sistema económico que regirá la economía en adelante, pero el debate hoy está sobre la transformación institucional que será necesaria para poder implementarlo. Hasta que no se modifique el sistema político (profundamente, por poco que lo quieran quienes deben emprender esta tarea), no habrá salida posible. Entonces, si hay que echar abajo lo que ya se hizo, que lo que se construya sea más estable, más flexible. No hay que intentar sostener un sistema que no es apto para la micronación, bajo una falsa premisa de estabilidad. No podemos sino reconocer que fue la actual legislación la que llevó a la crisis actual, la única culpable. Lejos de preservarla, hay que celebrar su modificación profunda para adaptar a la micronación a las nuevas experiencias adquiridas recientemente, no temer al cambio y dar el paso siguiente para crear una micronación definitivamente estable.
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